sábado, 30 de enero de 2010

Telonero de los reyes: La cinta blanca-Michael Haneke (2010)















Los análisis sobre el nazismo, tanto cinematográficos, documentales o escritos, no han cesado desde que en mayo de 1945 los cañones cesaron sus vómitos de muerte en la antigua Europa. Sin embargo a los interesados en la cuestión nos queda la sensación de que nunca se podrá llegar a conocer en profundidad las complejas causal sociales, políticas, económicas y morales-filosóficas que desencadenaron el que es el mayor Genocidio de la Historia por motivos raciales (que no políticos, en esta cuestión Stalin y sus purgas se llevarían la palma).

Son estas últimas, las causas morales, sobre las que Michael Haneke pretende dar luz con su alabadísima última película, “La cinta blanca”. Ya obsesionado en otras obras con la violencia (La Pianista o Funny Games, por ejemplo) ataca ahora el problema desde un punto de vista más conceptual.

Si los motivos económicos y políticos del triunfo de Hitler están más o menos claros (la deuda de guerra excesiva a la fue obligada Alemania tras la 1ª GM, la terrible crisis económica del 29 y el sentimiento de revancha del pueblo germano son algunas de las más nombradas), no parecen estar tan claros los espirituales. Horroriza el pensar que el pueblo más culto del Continente en ese momento pudiera ser agente activo o pasivo de dicha catástrofe, aunque también lo hace el saber que la parte represaliada de la población pareció soportar su destino con una resignación casi bíblica en la mayoría de los casos…

Para intentar desentrañar el misterio Haneke utiliza una especie de nuestra al microscopio, una pequeña aldea alemana, de la que no se nos da datos de localización (aunque tanto podría estar situada en Prusia Oriental como en Baviera) pero cuyo narrador (salvo error es la primera vez que el director franco-austriaco utiliza este recurso) si nos sitúa temporalmente…La acción, o mejor dicho el horizonte temporal de la historia queda claramente marcado entre mediados de 1913 a fines del verano de 1914, en la misma antesala del estallido de la Gran Guerra.

Los protagonistas son los niños del lugar, de edades entre los 3 y los 9 años, los que veinte años después serán los verdugos (o las víctimas) del nazismo, aunque probablemente no sea tan clara la diferencia. Lo que se percibe como tesis del film es que parte del vacío moral de los adultos nazis pudo venir de una educación cristiana protestante basada en unos valores morales absolutos, casi maniqueos, en las que los conceptos del bien y del mal son tan claramente diferenciables como lo blanco o lo negro..Producto de este sistema de enseñanza agobiante, bañado además de una profunda hipocresía de la que los niños son testigos (abusos sexuales a menores, relaciones incestuosas, abusos de poder), surge en los menores un deseo de rechazar esos principios por todo lo contrario: un relativismo moral que inventa un nuevo sistema de valores al margen de los establecido por la ética y la moral cristianas de los padres…La vida o la dignidad humana ya no son intocables, sino que dependen de los criterios arbitrarios del que ostenta el poder, un poder absoluto y cruel, como el que sus padres, ciegos ante lo que se avecina, les hicieron padecer…
Solo un personaje, el profesor de los chicos, y a la vez narrador de la historia, parece ser capaz de parar este torbellino de maldad que se azota sobre el pueblo. Su personaje es claramente alegórico, descubre, como si de un detective de almas se tratara, a los culpables de los hechos que preocupan a todos los habitantes de la aldea, pero no puede, o no quiere, denunciarles ante instancias más altas, sobre todo por miedo (su enfrentamiento con el padre de dos de los culpable, y también pastor local, es sintomático), dejando a estas crías de demonio sin castigo, libres para seguir creciendo sin haber recibido el merecido castigo que probablemente les habría hecho reflexionar sobre su actitud…
Para un niño, sin escalas morales definidas todavía, lo mismo puede ser atravesar a un pájaro con una aguja, como casi dejar ciego a un compañero minusválido psíquico…Solo hace falta un código moral que justifique estas acciones, la pertenencia a una raza superior, a un pueblo elegido, la consideración de las víctimas como “no humanos (todavía recuerdo con escalofríos la secuencia de “La Lista de Schlinder” en la que el personaje de Ralp Fiennes acaricia a su criada judía para luego pegarle por que “casi me has engañado, perra judía, casi me enamoro de una rata”).

La película se desarrolla en forma de parábola moral, casi un cuento decimonónico, con un estilo visual mezcla de los pasajes más terribles de Dostoievski y la neutralidad visual de Bergman, del que también toma Haneke prestado un tono simbólico propio, la cinta blanca, símbolo de la pureza en la infancia, que los padres obligan a llevas a sus hijos, y que 20 años después se transformará en los brazaletes negros y rojos de la SS y los amarillos de los judío deportados a los Campos de Concentración.

Como conclusión sólo puedo dar mi opinión; creo que los terribles hechos que ocurrieron en el mundo entre 1933 y 1945 fueron producto de un terrible azar, que unió múltiples circunstancias en el mismo tiempo y lugar, como que Nietzsche fuera el autor predilecto de los soldados alemanes en las trincheras de Verdún y sus ideas de “Super hombre y voluntad de poder” calaran en sus mentes, o que los germanos ya hubieran ensayado el genocidio de un pueblo sometido en sus colonias africanas a principio de siglo XX, o que las democracias occidentales se encontraran tan asustadas antes la disyuntiva nazismo – comunismo, que no supieran reaccionar a tiempo para currar a Europa de ese cáncer que ya contaminaba su órganos.

Hay que ver la película, sobre todo si se es padre, por que el riesgo de una generación pérdida que arrase con todo no ha desaparecido ni mucho menos, y desde luego no me gustaría estar en el pellejo de los padres de los protagonistas del film si, por una casualidad, pudiera ver las obras perpetradas por sus encantadores retoños…

Dr Doc (Supongo)

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